Felipe, Javier, Renata, Cristina y Sebastián son los hijos de Felipe y Renata Castellanos. Don Felipe, una persona emprendedora, trabajadora y sumamente comprometida con su visión, creó la empresa. Sin embargo, el destino no le permitió ver los frutos de su obra.
La historia familiar nos relata que todos los hijos de Don Felipe fueron entrando al negocio conforme el papá los iba necesitando y sólo Cristina y Sebastián tuvieron la oportunidad de estudiar, incluso este último, logró cursar una maestría.
La falta de Don Felipe creó un sentido de responsabilidad, solidaridad y apoyo entre los hermanos, mismo que tuvo reflejo en la prosperidad lograda en los negocios y en la unión y armonía familiar. Mientras los hermanos manejaron los negocios, los cuales se fueron expandiendo exitosamente, nunca tuvieron ningún problema entre ellos. La palabra bastaba para tomar decisiones y el dinero nunca fue un obstáculo para ellos. Era un negocio familiar exitoso.
Llegado el momento, la 3ª generación se incorporó de acuerdo al interés de cada integrante, sin cumplir requisito alguno. Los puestos se repartieron respondiendo a las necesidades de ese momento sin evaluar las capacidades de los ejecutantes.
Poco a poco la segunda generación se fue retirando de la operación, conservando la propiedad de los negocios. Los hijos mayores fueron, con el tiempo, tomando puestos directivos mientras que los más pequeños, que ingresaron años después, tuvieron que conformarse con puestos gerenciales. El control operativo total de las empresas estaba en manos de los nietos mayores de Don Felipe. Los sueldos y prestaciones fueron más bien familiares (de acuerdo a las necesidades económicas de los hijos). En ningún caso se midieron las competencias de ninguno de ellos ni se fijaron objetivos ni bonos por resultados.
La relación entre Felipe y sus hermanos se siguió manteniendo sólida, y el negocio continuaba siendo un negocio familiar exitoso, sin embargo, la primera luz roja se encendió cuando los hijos gerentes exigieron las mismas prestaciones que tenían los hijos directores.
-¿Qué hacemos?- Preguntó Felipe a sus hermanos…
En las empresas familiares es bastante común encontrarse historias como la de la familia Castellanos. Las necesidades económicas, y a veces los caprichos de algunos, marcan la remuneración de éstos. La empresa no recibe como contraprestación el esfuerzo, compromiso y generación de valor que se requiere. El criterio de remuneración se basa en aspectos meramente familiares. Los motivos de incorporación de la segunda y tercera generación, así como el entorno en el que se movían éstas, fueron diferentes, por lo que las reglas también debieron haber sido diferentes.