Edit Content

“La sucesión: una apuesta por la continuidad”

Como fundadores, pensaríamos que al terminar sus estudios de licenciatura o maestría nuestro hijo llegaría a tocar las puertas de la empresa solicitando incorporarse. Sin embargo, hoy no es así. Cada vez más jóvenes eligen otros caminos.

Hay escenas que quedan grabadas en la memoria familiar.

Arturito, un niño de 4 años llega a casa emocionado y le dice a su mamá: “¡Trabajé, mamá!”

Su papá lo había llevado a la empresa “a trabajar”.

El chico está tan motivado, que su papá, fundador de la empresa, lo vuelve a llevar cada vez que se presenta una oportunidad para hacerlo. Para el hijo, aun a su corta edad, es un orgullo estar con su papá “trabajando”. Para el niño, es fascinante estar con su papá; para el padre, es una forma sencilla y amorosa de abrirle una ventana a su mundo.

Años después, Arturo regresa en períodos de vacaciones “a trabajar”; a entender lo que realmente es un trabajo, lo que implica el esfuerzo, la disciplina y el compromiso del padre con su empresa y empezar a ganarse “su semana”.

Ahora Arturo está en la universidad y realiza prácticas en la empresa de su papá. Ya cuenta con elementos académicos que le permiten realizar tareas un poco más sofisticadas,  empieza a ver procesos más complejos. Ya no está ahí solo por acompañar: ahora aporta.

En estos tres escenarios hay un hilo conductor silencioso: “son el principio de la continuidad”.

Cuando la historia cambia de rumbo

Como fundadores, pensaríamos que al terminar sus estudios de licenciatura o maestría nuestro hijo llegaría a tocar las puertas de la empresa solicitando incorporarse. Sin embargo, hoy no es así. Cada vez más jóvenes eligen otros caminos.

¿Qué pasa en el proceso que se distorsiona y deja de ser atractivo “ir a trabajar con papá”?

Una de las razones tiene que ver con el modelo de gestión que el propio padre ha creado alrededor suyo: arduas horas de trabajo de sol a sol, prioridad de la empresa sobre la vida familiar, centralización de las decisiones y control absoluto de toda la operación del negocio; en todo está involucrado. Para las nuevas generaciones —ágiles, curiosas, globales, digitales— esto va más allá de no ser atractivo: es incompatible con su manera de ver la vida.

El padre preocupado… y el hijo que no quiere entrar

En innumerables charlas con fundadores veo la frustración y preocupación en sus rostros al escuchar, de boca de sus hijos, que no están interesados en ingresar a trabajar en la empresa. No solo eso, no tienen interés alguno en la empresa.

Entonces aparece una pregunta silenciosa:

¿Aquí termina mi sueño de continuidad? La respuesta es clara: NO.

Ni el legado pierde valor, ni el esfuerzo de toda una vida se diluye.
Pero sí implica ampliar la mirada y reconocer que hay más de un camino hacia la continuidad.

La continuidad no empieza —ni acaba— en la silla del director general

¿Se pierde esa ilusión de enseñarle a los hijos lo que la empresa es y representa? NO. Los hijos pueden contribuir al futuro de la empresa desde otros espacios igual de importantes:

  • Consejo de administración.
    Prepararse para ser consejeros es abrirles la puerta a decisiones estratégicas, visión a largo plazo y verdadero impacto.
  • Asamblea de accionistas.
    Ser dueños responsables, preparados y comprometidos también es una forma de continuidad.
  • Gestión profesionalizada.
    Dejar la Dirección General a un ejecutivo no familiar no es una derrota; es una decisión estratégica que fortalece al negocio.

El legado se cumple cuando la empresa continúa en manos de la familia, no solo cuando un hijo dirige la operación.

A veces, la frase más liberadora para un fundador es:

“Mi sucesor es hoy accionista de la empresa”

Construir la continuidad desde la comunicación

Aquí viene el mayor reto: hablarlo.

Debemos empezar aceptando, a veces como padres nos cuesta trabajo, que la decisión viene de un diálogo entre padre e hijos y la decisión que tomen finalmente los hijos la aceptaremos con mucho amor. En este momento trazaremos el camino de la continuidad.

Sabemos que la comunicación entre padres e hijos suele ser muy complicada; hablamos idiomas diferentes, no aplicamos la escucha activa, tratamos de contestar antes de escuchar el mensaje completo. Esto me recuerda el juego del “teléfono descompuesto” alguien dice A y el otro escucha B. Los muchachos de hoy no quieren “rollo”. No quieren escuchar mensajes confusos e inteligibles, quieren decisiones, retos, compromisos y diálogos concretos, ¿lo podemos lograr? La respuesta es .

Si padre e hijos siguen esta metodología de escucha activa, claridad y paciencia, definitivamente llegarán a un punto de encuentro. Ambas generaciones quieren lo mismo, aunque lo expresen distinto:
que la empresa siga viva, fuerte, en paz y en familia.

Y si aún así,  no hay interés de integrarse, la continuidad sigue ahí: como consejeros, como accionistas, como guardianes del legado.

Mensaje a los padres

Queridos padres:

No se encierren en la fórmula tradicional de querer a toda costa que nuestro hijo se sienta en la dirección general. Hay otras opciones, y muchas son incluso más sólidas y sostenibles. Seamos creativos. Si pensamos en la creatividad recurramos a nuestros hijos, sus destrezas para usar las herramientas con las que cuentan hoy, Son digitales, son pensadores globales, buscan la innovación, todo esto les da la fortaleza para buscar retos. Esos retos se encuentran en tu empresa, querido fundador.

Mensaje a los hijos

Queridos jóvenes:
Admiro profundamente su forma de ver el mundo, su creatividad y su valentía para romper paradigmas. Acompañen a sus padres en este proceso. Ayúdenlos a encontrar, juntos, la mejor forma de asegurar la continuidad, aunque no sea la tradicional.
Sus miradas frescas pueden abrir oportunidades que hoy no imaginan.

Con esto ganaremos todos esa apuesta por la continuidad.

Gracias

Comparte este artículo

Más publicaciones

Una historia detrás de la frustración

Desde que era pasante, Martín trabajó en un reconocido bufete de abogados. Empezó desde abajo sacando copias, armando expedientes y acompañando a su jefe en algunos “litigios pequeños”. Desde sus primeros meses en la universidad, Martín demostró gran pasión por la abogacía misma que se reflejó en sus calificaciones y su ingreso al reconocido bufete.

Escríbeme y te ayudo

Scroll al inicio