¡Auxilio! No quiero trabajar en la empresa de mi papá 

En las empresas familiares se mezclan, por un lado, las emociones de todos los que en ella trabajan y por el otro lado los procesos, la toma objetiva de decisiones y la planeación estratégica. En algunas ocasiones son las primeras las que marcan la pauta, lo que trae como consecuencia la mala comunicación, el rechazo al cambio, la imposición, la rebeldía a la autoridad y finalmente el conflicto.

Cuando prevalece la institucionalización  (respeto a las normas, disciplina en los procesos y un trabajo encaminado al logro de los objetivos) la empresa se encamina hacia la rentabilidad, crecimiento y continuidad y la unión y armonía lideran a la familia por el camino coordinadamente trazado por todos. Sin embargo, no siempre es factible dejar a un lado las emociones para funcionar racionalmente o dejar de serlo y tomar decisiones. En muchas ocasiones, de manera visceral. Como fundadores y como hijos nos compete aprender a manejar nuestras emociones y mostrar nuestra capacidad de  raciocinio  para evitar lo que le sucedió a Ramiro.

Ramiro fundó hace 25 años una empresa textil que le permitió darle a su familia lo que económicamente necesitaban. En ese momento definió que la empresa no solamente sería la fuente de riqueza sino también la fuente de trabajo para sus hijos.

Ramiro y su esposa Beatriz procrearon 4 hijos, 2 hombres y 2 mujeres. En el momento de tomar la decisión si se incorporaban o no a la empresa, las hijas, Beatriz y Mónica, cada una por diferentes razones, se deslindó de ésta. A Ramiro mucho no le preocupó ya que quedaban los varones. Juan tuvo la oportunidad de asociarse con su mejor amigo y prefirió esta opción a cualquier posibilidad de trabajar con el papá. ¿Qué tanto la personalidad de Ramiro influyó en los hijos para alejarse de él? Hasta el día de hoy es algo que angustia a Ramiro y sobre la cual no tiene respuesta.

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Tomás estudió ingeniería textil porque desde niño soñaba con las máquinas y siempre amó  la empresa. Cualquier oportunidad que tenía Ramiro lo llevaba a “trabajar” y poco a poco fue aprendiendo de máquinas, texturas, combinación de colores y tipos diferentes de tela. Ramiro le facilitó el estudiar una maestría en Ingeniería lo que le daba la preparación suficiente para apoyarlo y hacer crecer la empresa. Además, la creatividad de Tomás siempre se manifestó y logró innovar constantemente.

Imaginemos por un momento a Ramón orgulloso de tener a su hijo dentro de la empresa y pensando, aunque no de manera muy consciente, que su sucesor estaba en la oficina de a lado. A los 55 años Ramiro podía darse el lujo de visualizar a su hijo como futuro director general, sin embargo, no pudo.

En retrospectiva, Tomás recuerda que en casa la única palabra que valía era la de Ramiro. Pero nunca pensó que en la empresa debería ser necesariamente igual. Si yo tengo conocimientos, estoy comprometido con la empresa y veo su beneficio por encima del mío propio, decía Tomás, ¿por qué las cosas no suceden diferente?

Tomás fue nombrado director de operaciones. Ramiro conservó las responsabilidades de ventas y la parte administrativa. Tomás fue creciendo profesionalmente; tomaba, no recibía, nuevas responsabilidades, creaba y los resultados día a día crecían tanto económica como técnicamente. Solamente había un problema, Ramiro no le reconocía las aportaciones y mejoras al negocio; pero era algo que no le inquitaba a Tomás. Todo pintaba de maravilla hasta que un día “se le ocurrió” hacer cambios.

Presentó el proyecto para el 2017, con una visión de negocios muy ambiciosa y bien pensada, objetivos, KPI´s, y un organigrama en el que estaba rodeado de mucho talento. Este proyecto representaba una erogación importante aunque iba a ser rápidamente amortizada por el resultado esperado. Ramiro estalló y abiertamente le negó su apoyo. No hubo explicaciones, tampoco contaofertas, ni siquiera ajustes al plan, simplemente fue archivado y las cosas regresaron a como se venían manejando…a fuego lento en función del ánimo de Ramiro. 

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Tomás ya no volvió a ser el mismo. Aquel entusiasmo, brillo en los ojos, pasión que le metía a toda idea y tarea, fue apagándose, no así las discusiones con Ramiro.

En ese tiempo los sueños de Tomás eran inmensos, el cielo era el límite; para él no había freno más que el que Ramiro le impuso. Tomás pensaba en un Consejo de Administración e implementar las buenas prácticas de Gobierno Corporativo. En contraste, las tareas se seguían haciendo como Ramiro las quería, en los tiempos y formas que imponía. Se respiraba mucha tensión en la empresa. En las juntas de trabajo estábamos todos muy estresados porque sabíamos que la bomba estallaría en cualquier momento; no nos equivocábamos.

En una ocasión después de una fracasada reunión de trabajo con lágrimas en los ojos Tomás exclamó: ¡Auxilio! No quiero trabajar en la empresa de mi papá y en ese momento abandonó la empresa. A este momento le siguió la renuncia y salida inmediata de Tomás de la empresa. Por muchas semanas la comunicación familiar también se fracturó. Hoy, después de tantos años de intentos, a veces infructuosos y a veces productivos, la comunicación entre ambos se ha normalizado. A final de cuentas Tomás recuperó a su padre aunque su sueño, como el de muchos otros hijos que quieren integrarse a la empresa familiar, fracasó.

¿Por qué no fue posible separar la emociones de la lógica empresarial? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo dejar a un lado, en el cajón, las emociones al negociar, planear, discutir y tomar decisiones? Este proyecto de Ramiro y Tomás pintaba para ser un ganar-ganar y se convirtió en un perder-perder porque definitivamente, ambos perdieron.

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Uno de los propósitos de CONSULTORES OC es acercar las posiciones dentro de la familia, dentro de la empresa. Enseñamos a las partes a negociar. Privilegiamos la inteligencia emocional en la comunicación y propiciamos el diálogo para llegar a acuerdos que permitan lograr el entendimiento entre padre e hijos, que garanticen el trabajo conjunto como preámbulo para la sucesión, continuidad y trascendencia de las empresas familiares. ¿Eres capaz de imaginarte en una sesión negociando y decidiendo conjuntamente con tus hijos? Te aseguramos que lo puedes lograr; nosotros te apoyamos.

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